El lenguaje de los silbidos
Fui a la escuela primaria, en una
aldea donde crecí, hasta los 15 años, en que emigre a la ciudad para poder ir
al colegio y cursar la secundaria. Por aquellos años en mi escuela trabajaban
tres maestros, los que se distribuían los seis grados que se impartían. Eran
dos caballeros y una dama. Uno de ellos llevaba los grados de quinto y sexto y
a la vez fungía como director. Los otros dos maestros atendían uno el primero y
segundo y la maestra el tercero y cuarto grado. De más esta decir que estos
señores eran apóstoles de la enseñanza, enamorados de su trabajo, el que anteponían
a cualquier otra eventualidad que en sus vidas se presentaran.
El maestro de quinto y sexto, a la vez director, tenia algunas frases que nos repitio varias veces durante los dos años que nuestra formación corrío por cuenta de el. Maestro de escuela rural, residente en una aldea, conocía muy bien la idiosincrasia de nuestro pueblo, además de conocer, merced a su profesión de los altos índices de ignorancia y analfabetismo, que desde aquellos entonces, son de los más perversos índices con los que tenemos que cargar los hondureños. Solía decirnos, “No deis a los puercos las perlas, ni al tonto tu sabiduría”, en alusión a que los cerdos desconocen el valor de las perlas, así como el tonto desconoce el valor de la sabiduría y del saber mismo. También nos recriminaba por el hecho de silbar a las personas, “se les silba a las vacas, decía, porque ellas no saben hablar; a las personas no se les silba, se les habla, para eso tenemos un lenguaje y el uso de razón”.
Formado por este rustico y tosco maestro, conseguí por fin el ansiado diploma de finalización de la primaria, lo que me abrió las puertas de la secundaria, la que solo podía continuar en la ciudad mas cercana. En el colegio al que asistí desde el primero al tercer año de Ciclo Común , mis compañeros , citadinos en mayoría, me llamaban el “dundo” o el “montuno” , refiriéndose probablemente de manera peyorativa a mi procedencia aldeana, de una escuela rural , del monte, decían ellos. Nunca fui avergonzado por nadie por falta de conocimientos, la formación que recibí en mi escuela incluso, sobrepaso los estándares de los conocimientos de todos mis compañeros, los que con el tiempo, tuvieron que reconocer, los hechos así lo avalaban, que el “dundo” o “montuno”, los superaba en conocimientos pese a su humilde procedencia. En aquel entonces me sentía y sigo sintiéndome orgulloso de los maestros que me formaron en la primaria, a ellos les debo el que hoy pueda escribir estas líneas para ustedes.
Luego, llego el momento de migrar a la ciudad, para estudiar el bachillerato, en la nocturna; había que trabajar en el día, para costear los estudios por la noche. Por aquellos entonces, graduarse de Maestro, de Perito Mercantil o de Bachiller en C.C.L.L., era motivo de orgullo. En aquel tiempo las componendas eran mínimas, la gente pobre como yo, veía en la educación la tabla de salvación que nos llevaría de no comer, a poder comer, y puesto que nuestros padres no eran delincuentes que nos enseñaran como conseguir dinero fácil, el único camino posible era estudiar, así de fácil. Tengo amigos que se graduaron como Peritos Mercantiles, en el famoso Debe y Haber de San Pedro Sula, que aun hoy, siendo licenciados en distintas áreas, aun siguen firmándose con el famoso “P.M.C.P”, ya que sienten que ese es su mayor logro, su mayor orgullo, el ser profesionales que acreditan tener los conocimientos, que sus diplomas dicen que tienen.
Hoy años después, una comparativa con lo que era aquello y lo que es hoy, no puede menos que ser causante de tristeza y desazón. Hoy en día ser Bachiller en cualquier cosa, Maestro o Perito Mercantil, apenas alcanza para una escoba en una venta de comidas rápidas, o para un puesto de operario en alguna maquila. Y no es que demeritemos estos empleos, por el contrario, sostengo que todos los empleos decentes son meritorios, pero es imposible no pensar en que después de 12 años entre escuelas primarias y secundarias, un graduado de nuestro sistema educativo, tenga o acredite únicamente las capacidades para manejar una escoba, un trapeador, o un paño para limpiar mesas. Eso es deprimente.
Y esto en lo que concierne a la formación académica, puesto que la escuela debe formar ciudadanos integralmente, eso quiere decir, moral y éticamente preparados, para su paso contributivo por la sociedad. Y en este punto recuerdo a mi maestro, “a la gente no se le silba”. Si la revolución de las redes sociales, nos ha embrutecido hasta el extremo, que estando próximos a alguien, amen de hablarle, preferimos “textearle”, con las perniciosas consecuencias que este habito tiene, no podemos negar que desde antes, los hondureños nos negábamos a hablar con las personas, preferíamos silbarles.
Así las cosas creamos y aceptamos como algo común un horrible lenguaje de silbidos. En vez de llegar a un sitio, y pedir que nos atiendan, emitimos un silbido. Cambiamos la palabra por el silbido, un sonido gutural, que no se asemeja en nada al idioma de Cervantes. Por mi trabajo, he tenido personas silbando, varios minutos, estando a 3 metros de mí, e ignorando sus sonidos, hasta que se ven obligados a hablarme. Algunos hasta me han reclamado, hombre, esta usted sordo, llevo un buen rato silbando, a lo que con toda la cortesía del mundo les he respondido, “hablo usted?” , porque yo mi amigo no entiendo el lenguaje de los silbidos, y si usted me habla , yo le entiendo y con gusto le atenderé.
Recordemos que no somos animales irracionales, por el contrario somos animales racionales, que poseemos un lenguaje y una forma de comunicarnos, respetuosa y además bella, se llama el lenguaje castellano, a mi gusto el idioma mas hermoso de todos, tan hermoso que cuando uno escribe una palabra, ortográficamente mal, se ve tan fea, que no puede uno dejarse de dar cuenta del horror que esta cometiendo con la palabra en cuestión. Usemos nuestro lenguaje, aun y a pesar de lo mal que nos hayan educado, no permitamos que se nos destaque también, como una nación donde la gente prefiere comunicarse como los animales irracionales, con sonidos guturales. Muestre su respeto hacia los demás, hábleles, no les silbe. Tome en cuenta que “se les silba a las vacas”
MACH
13.10.2016
Me deja perpleja, esa capacidad de plantear con simpleza una cuestión cotidiana que nos retrata de cuerpo entero. Gracias siga así.
ResponderEliminarGracias por su comentario. Saludos.
EliminarUn escrito con sentido, tuve la oportunidad de poder oir este tipo de comunicacion en una comunidad de Honduras donde desde una casa a la otra se comunicaban por medio de un silbido solo para saber si el otro se encontraba en casa y asi poder visitarlo,me gusta mucho las frases que tiene entre comillas"No deis al puerco las perlas, ni al tonto tu sabiduria" mi madre tenia una de esas expreciones que dice"No gastes polvora en zopilote". Pero algo que me llama la atencion es que en mayoria de nosotros estando a unos cuantos metros de distancia de uno al otro , en vez de nosotros ir donde ellos los llamamos para que ellos vengan a nosotros, lo veo un poco etico
ResponderEliminarSaludos y siga escribiendo
Muy acertado comentario, saludos.
EliminarLos silbidos son el lenguaje de los pájaros, las personas debemos hablar. Saludos.
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